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Marco Antonio

En los inicios de la década de los ochentas del siglo anterior terminaba mi relación laboral con una empresa dedicada a la fabricación de alimentos balanceados para aves, la quiebra de la misma por errores estrategicos de la gerencia provocó que pierda el trabajo junto a más de cien personas entre obreros y empleados. En mi area las labores diarias no tenían descanso, era normal hacerlo domingos y feriados, en navidad o año nuevo. La actividad era frenética y nos mantenía ocupados por lo menos 18 de las 24 horas de cada día.  la comercialización de aves implicaba visitar a media noche las granjas asociadas para la venta de sus pollos, durante la madrugada la visita a los centros de acopio con el fin de evaluar el mercado, la oferta y demanda como también los resultados de nuestros clientes. De ahí a la oficina para cumplir el respectivo horario, generar el informe diario de ventas, efectuar las cobranzas y preparar la comercialización del siguiente día. Cada 24 horas se repetía esta

Cusco 2018

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Voy a compartir una íntima confesión, la sensibilidad y emoción que hoy puedo sentir ante cotidianas vivencias que considero afectivas, importantes o relevantes afectan mi ecuanimidad al extremo de bloquear mis cuerdas vocales o facilitar el brote de lágrimas sin tener control para detener o soslayar esas reacciones. Es algo novedoso que aparece pocos años atrás después de mas de seis décadas con un comportamiento totalmente opuesto.  Mis padres que nacieron durante los años veinte del siglo pasado recibieron y brindaron una crianza propia de los individuos que crecieron bajo una cultura vertical, impositiva, insolente, autoritaria u ofensiva, las características de esa formación distan tanto de la actual realidad que es casi imposible establecer algún tipo de semejanza con las costumbres hoy vigentes. Entre muchos otras taras llorar no era propio de hombres y la decencia de la mujer estaba ligada con su virginidad. Aprendí a guardar mis emociones y soportar vejaciones qu

Lo bueno, malo y feo

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Con motivo de la llegada del papa Francisco la Avenida brasil está con un reluciente asfalto recién instalado y los sardineles de impecable y brillante color amarillo, tanto la via principal como las laterales para vehículos particulares brindan una agradable sensación de esmerado cuidado como adecuado ornato. Que excelente es ver toda la vía correctamente señalizada con la pintura epoxica de color blanco que distingue los diferentes carriles de acuerdo a modernas normas de seguridad vial. Que bueno es observar los paraderos limpios, sin desmonte, con sus bancas completas, pulcras y barnizadas. En toda la extensión del corredor vial los arbustos tienen un deslumbrante color blanco en la parte inferior y sus ramas podadas en formas armónicas. Que agradable es observar al Coronel Bolognesi brillando en la cumbre del obelisco de la plaza del mismo nombre. Que bueno que podamos contar con una calle y ovalo con tan buena presentación para que el sumo pontífice tenga una excelente primera i

juguetes para todos

Lo digo porque es algo que admito como un asunto íntimo pero creo también que para la gran mayoría de personas es una conducta habitual. Las mujeres y hombres tendemos a poseer bienes superfluos para reflejar una imagen, transmitir el perfíl del triunfo, nuestro orgullo o quizás la satisfacción de contar, dominar y poder expresarnos a través de esos elementos, mostrar nuestra habilidad, provocar sensaciones de envidia o inferioridad en terceros. Habemos algunos sin esos prejuicios o también con verdadera necesidad e íntrinseca pasión por un determinado bien además de la amplitud para compartir esa privacidad con autentica honestidad.  Cuando recién frisamos los primeros años de vida y aún no contamos con ideas propias o definidas vamos por la vida anhelando lo que vemos, escuchamos o inculcan los mayores. Recién al disponer de medios propios podemos adquirir lo que nos apetece, el deseo o afán de los bienes adquiridos se va adaptando a nuestras posibilidades y/o la capacidad de ob