Rostros
Al aparecer los naturales cambios biológicos que hacen florecer una
fresca pubertad también se originan peculiares vivencias que derivan en una atolondrada adolescencia. Es recién ahí
cuando por vez primera puedo reconocer y apreciar la imagen que
reflejo. La expresión corporal que irradia mi organismo y ofrezco a toda la
humanidad pasó de ser un elemento anónimo e indiferente a la herramienta
principal de mi bisoña personalidad. A partir de esta singular circunstancia la
fisonomía que aparece al verme en el espejo se fija de manera permanente en mi
siquis y perdura constante por varios lustros. Si, al charlar con una o varias personas, al
atender alguna cita laboral, compartir entre amigos o cualquier circunstancia
de interacción con otros individuos la apariencia que transmite la mente a mi
consciente es la misma. Por muchos años supe sentirme o verme bastante parecido
al sujeto joven, delgado, esbelto, atlético, buen mozo y lozano que descubrí a
inicios de mi vida adolescente.
Aunque fui cultivando valores y acciones positivas el impetu propio de la juventud me hace curioso,
audaz y arriesgado, erroneamente siento onmipotencia y fortaleza para sentirme libre e intrépido. Esta innata curiosidad, la influencia o esencia del
Rock y del pensamiento Hippie, la crisis de Mayo del 68 en Paris y la tácita
prohibición social de esos años fueron detonantes que tocaron mi fibra juvenil
e impulso a experimentar con mucho de lo nuevo que aparece u ofrece la ciudad,
todo esto junto a la enmancipación que otorga la mayoría de edad rebajada a 18
años estalló en mi ser en forma imprevista. Consumo desmedido de alcohol, sexo
desordenado y sin prejuicios junto a sustancias ilegales eran opciones
recurrentes que fueron voraz y alegremente utilizadas. A pesar que el consumo
de lo mencionado no fue excesivo si propicia recorra caminos mas
escabrosos.
La vida nocturna en Lima era sordida, el lumpen de la ciudad acudía por bares y cantinas de barrio o cabarets de "medio pelo" ubicados en distritos periféricos. Quise indagar, vincularme y participar, aprender sus reglas, ser aceptado y reconocido. Tuve experiencias que no imaginé realizar y estuve en lugares que no pense existían en nuestra ciudad, me conecté con gente de esa vida nocturna y en consecuencia me vinculé con prostitutas, gente de bares de barrio u homosexuales de barrios pudientes. Junto a Gloria key reconocida Puta del Country de quien fui su "chibolo" recorrí por mas de un año estos ambientes y lugares. Eran rumbos peligrosos y oscuros que asumí con frenesí desmedido sin medir las consecuencias, aún arriesgando mi propia integridad, fue una alocada y estúpida constante que solo pudo ser detenida por un fortuito accidente automovilistico que me retuvo por mas de dos meses en una cama de clínica.
La vida nocturna en Lima era sordida, el lumpen de la ciudad acudía por bares y cantinas de barrio o cabarets de "medio pelo" ubicados en distritos periféricos. Quise indagar, vincularme y participar, aprender sus reglas, ser aceptado y reconocido. Tuve experiencias que no imaginé realizar y estuve en lugares que no pense existían en nuestra ciudad, me conecté con gente de esa vida nocturna y en consecuencia me vinculé con prostitutas, gente de bares de barrio u homosexuales de barrios pudientes. Junto a Gloria key reconocida Puta del Country de quien fui su "chibolo" recorrí por mas de un año estos ambientes y lugares. Eran rumbos peligrosos y oscuros que asumí con frenesí desmedido sin medir las consecuencias, aún arriesgando mi propia integridad, fue una alocada y estúpida constante que solo pudo ser detenida por un fortuito accidente automovilistico que me retuvo por mas de dos meses en una cama de clínica.
Tras
el primer divorcio y con casi cuatro decenios sobre la espalda junto al deterioro producido en la agitada vida juvenil descubrí un nuevo rostro. Esta vez reestrenando soltería ante la ruptura matrimonial aparezco
algo regordete, un poco gastado y no tan lozano o juvenil como pensaba estar o
sentía. Aceptarme con esta nueva figura no resulto tan complicada por la euforia de nueva libertad que brinda la separación como por los
recursos económicos que había acumulado durante mis primeros ciclos de actividad
laboral. Con falsa astucia o quizá de manera inconsciente ya no me observo de
manera total sino ciño la imagen concentrandome solo en el rostro que
supuestamente es lo menos desfavorecido, no tengo claro el momento del
descubrimiento de esta nueva facha que como en la primera oportunidad también se mantuvo fija por bastante tiempo, la sentí propia por un buen número de temporadas.
Ahora con cerca de siete décadas sobre mi cuerpo y poco menos de treinta años de mi segunda familia aparecen sucesivos rostros con inusitada rapidez, en este cruel espejo de la vejez descubro semblantes que sin disimulo se van transformando, mejor dicho deteriorando conforme avanzan los años. En estos últimos cinco ciclos anuales los rasgos pasaron de un casi vibrante adulto mayor a un desganado y aburrido anciano solo, depresivo, inerte. Esta progresiva transformación se autoimpulsa por varias razones, la edad misma, una agobiante situación laboral, problemas de salud o personales o de pareja, una total desconexión con los valores de una sociedad globalizada del siglo XXI que además de sumisa al poder político innoble y corrupto decepcióna por la perdida de valores, he perdido la esperanza de alcanzar un mundo mas justo y solidario. Sin embargo debo agregar que aún no pierdo toda la fe y sigo esperando el aliciente, acicate o incentivo que me haga renacer o alzar vuelo para retomar alguno de los hoy dormidos atributos personales que durante la adolescencia borboteaban sin control o tener la oportunidad de aplicar algunas virtudes edificantes aprendidas a lo largo de todo lo vivido.
Ahora con cerca de siete décadas sobre mi cuerpo y poco menos de treinta años de mi segunda familia aparecen sucesivos rostros con inusitada rapidez, en este cruel espejo de la vejez descubro semblantes que sin disimulo se van transformando, mejor dicho deteriorando conforme avanzan los años. En estos últimos cinco ciclos anuales los rasgos pasaron de un casi vibrante adulto mayor a un desganado y aburrido anciano solo, depresivo, inerte. Esta progresiva transformación se autoimpulsa por varias razones, la edad misma, una agobiante situación laboral, problemas de salud o personales o de pareja, una total desconexión con los valores de una sociedad globalizada del siglo XXI que además de sumisa al poder político innoble y corrupto decepcióna por la perdida de valores, he perdido la esperanza de alcanzar un mundo mas justo y solidario. Sin embargo debo agregar que aún no pierdo toda la fe y sigo esperando el aliciente, acicate o incentivo que me haga renacer o alzar vuelo para retomar alguno de los hoy dormidos atributos personales que durante la adolescencia borboteaban sin control o tener la oportunidad de aplicar algunas virtudes edificantes aprendidas a lo largo de todo lo vivido.
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